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TRISTEZA

Autoría: Anónima

No sé si sea por la cuarentena, probablemente, pero a lo largo de esta semana han sido bastantes los momentos tristes. Creo que uno se da cuenta de nimiedades cuando ya no están más en su vida. Muchas personas podrían no estar de acuerdo, pero soy una persona muy cariñosa, sobre todo en lo que a mis padres se refiere. Hace algunos cuantos años que no puedo dejar de abrazarlos y besarlos en cuanto se me presenta la oportunidad. Dentro de todo eso, se han establecido ciertas rutinas  a las que me he acostumbrado: siempre, después de levantarse, hay que saludar a todos los miembros del hogar que estén despiertos. Yo, en el caso de mis padres, siempre lo hago con un beso y un abrazo. Y me alegro cuando ellos me dicen buenos días, o tardes cuando es menester, como con esa felicidad de verme otra vez. Las mismas condiciones rigen a la hora de irse a dormir.

Mi mamá trabaja doce horas diarias. Cómo trabaja muy lejos, se va muy temprano en la mañana y llega tarde en la noche. Únicamente puede despedirse de nosotros cuando estamos en época de estudio, pues en vacaciones o fines de semana no hay manera en que mis hermanos y yo nos levantemos a esa hora de la madrugada (tipo cuatro o cinco AM). Sin embargo, en su mayoría las veces que llega en la noche sí nos encuentra despiertos (tipo 8 o 10); y la rutina es que siempre nos busca a cada uno en sus piezas y nos da un beso y un dulce. Si tuviese que mencionar una de las cosas que me ha quitado el Covid19 ha sido eso: como es trabajadora de la salud, además de desinfectar todo lo que trae debe quitarse todas sus cosas y bañarse. Luego come. En todo ese tiempo, algo más de una hora, solo puede saludarnos de lejitos. Sé que puede sonar absurdo, pero no saben cuánto extraño los besos de mi madre nada más entrar por la puerta. Agradezco, sin embargo, poder seguir abrazándola, aunque sea tiempo después.

Son una persona que llora fácilmente. No se necesita de un evento extraordinario para hacerme lagrimear. Está cuarentena, no obstante, parece haber incrementado esa "habilidad". Y una de las cosas que siempre me ponen mal es perder el tiempo, sobre todo en lo que a estudio se refiere. Me ha pasado más de una vez que llevo mucho tiempo haciendo un trabajo y se me elimina de repente. Mis amigas y mi familia sabe lo mucho que me duele. Este Lunes, casualmente, el destino decidió que sería una de esas veces. La profesora Lorena, que dicta la materia de Sujeto en el acto educativo, programó para este 4 de mayo un parcial en formato de encuestas de Google. Lo envió a las 6 AM, pero yo desperté mucho más tarde. Entre muchas cosas, la cuarentena me ha provocado un gran sentimiento de agobio, lo que me hace procrastinar. Comencé el parcial a las cuatro pasadas, después de mucho posponerlo. El tiempo máximo era hasta las seis, y yo lo acabé a las 6:01. El programa no me dejó enviarlo, así que le escribí a la maestra para intentar buscar una solución. Cuando se refrescó la página, resultó ser que los cambios no se habían guardado y que tenía que comenzar desde cero. Lloré muchísimo, casi por una hora entera. Me tomó mucho esfuerzo volver a recomponerme y volverlo a hacer. Una de las cosas que me ha empeorado la contingencia es la inestabilidad emocional, y el lunes me lo dejó claro.

Quizá la tristeza se traduce también en ver cómo poco a poco se acaba la comida sin en realidad poder hacer algo para evitarlo. Las cosas en casa son complicadas, y me genera estrés cada vez que escucho a mi papá pedirle a una de mis tías auxilio económico para poder marcar el mes siguiente. Todos hacemos como si no sucediese: nadie habla de las escasas ofertas alimenticias que hay cuando se abre la nevera, ni de los productos básicos que dejaron de estar ahí. Creo que todos sabemos que decirlo en vos alta es hacerlo real, así que preferimos evitarlo. Y la verdad es que se siente bastante extraño, porque tengo un celular nuevo. El mío sacó la mano hace unos cuantos días, y por mi cumpleaños mi mamá decidió regalarme uno. No crean que fue en efectivo: fue con dinero prestado. Un tío, mi padrino, decidió además de prestarnos la plata ayudarme financiando la mitad. A veces siento que nos dan cosas que no se pueden permitir para que no sintamos la amenaza de lo que estamos atravesando. Y, honestamente, no es específicamente tristeza lo que siento. Al menos no hoy, que escribo este texto. Es como una especie de desazón, de sin sabor, que no puedes hacer nada para quitárselo de la boca pero lo dejas estar porque simplemente no se va.

ESCRITORES  EN TIEMPOS  DE  COVID-19

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