
REFLEXIONES DÍAS DE PANDEMIA
Autoría: Lizeth Valentina Aguirre.
En esta ocasión, quiero compartir la experiencia que tuve el Domingo 26 de Abril. Eran las 6:11 AM y estaba despertándome para iniciar un día muy emocionada, tenía mucho sueño porque me había acostado a la 1:30 de la mañana; pero sabía que valía la pena madrugar lo suficiente.Me duché, desayuné, me vestí bien cubierta para poder salir, sin olvidar el tapabocas y los guantes. Sí, este día por primera vez en la cuarentena iba a salir, junto con mi hermana y mi prima íbamos a llevar unos mercados a la Nueva Jerusalén en el municipio de Bello, cerca al Barrio París.
Pero la historia no comenzó aquí, hace 15 días mi hermana quiso tomar la iniciativa de ayudar a los más necesitados, así que mi madre, mi prima y yo quisimos unirnos a la causa. Iniciamos dando a conocer el proyecto, hablando con vecinos, familiares, amigos, publicando el anuncio en redes sociales; hasta que por fin la cuenta bancaria de la cual se dio el número, iba sumando dinero. En 8 días logramos juntar casi 3 millones de pesos, empezamos a comprar todos los alimentos para formar 50 mercados. A mi parecer fueron muy buenos porque tenían lo necesario, pues preferimos otorgarle a más familias alimentos que entregar unos pocos pero demasiado completos. Cuando estábamos organizando todo, nos encontramos con la sorpresa de que un amigo del novio de mi hermana había recogido por su voluntad otros 50 mercados, estos bastante completos, con sus verduras y alimentos básicos.
Ahora sí, llegó el día más esperado para mí en esta cuarentena, entregar los mercados. A las 7 llegaron dos camionetas del ejército, fuimos pasando los mercados en cadena desde la sala hasta los carros. Más tarde, nos dirigimos a la casa del otro señor para hacer el mismo proceso. Cuando estábamos cargados totalmente, orientamos nuestro camino al barrio Nueva Jerusalén. Mientras subíamos y recorríamos las calles mis ojos se llenaban de lágrimas, ver tantas casas con pañuelos rojos en las puertas, ventanas, balcones; casa de madera desgastada, torcidas,con costales, en un terreno escasamente pequeño, sostenidas por 4 palos; sólo pensaba en si alguna vez hay un temblor muy fuerte, les puede caer todo el lodo encima y destruir lo que por años han construido y de lo que han vivido.
Veía niños, bebés, madres, jóvenes, abuelos, nos saludaban muy amablemente como buenos colombianos, nos regalaban sonrisas y miradas humildes. En una ocasión, vi a una señora, parecía madre cabeza de hogar, con dos niños sentados a lado y lado, uno pequeño y otro adolescente; su mirada penetrante y triste me hacía pensar en los padres que viviendo en estas condiciones tan precarias se levantan cada día imaginando un mejor comienzo, una vida más merecida, con mayores oportunidades, mejores privilegios; posiblemente el deseo de una madre o un padre por querer cambiar su vida y la de su familia, recaía enormemente en el futuro de sus hijos, quienes sienten un gran peso encima al saber que deben sacar a sus seres queridos de la pobreza, luchar por cumplir sus sueños y regalarles un porvenir más ameno.Mientras pasábamos, personas se asomaban al balcón y nos gritaban: “Aquí necesitamos”, “regálenme un mercadito”; sabía que no podíamos darles nada porque ese alimento era para la parte más alta, pues me enteré que en la zona media y baja unos mercados llegarían en la tarde y en otros días. Me alegra saber que este barrio está siendo atendido por personas que puede ayudar y tienen un gran corazón.
Subíamos y subíamos, curvas peligrosas y lomas impresionantes destacaban en este contexto, casas sostenidas por Dios y un hermoso panorama de Medellín era el acercamiento más pronto a la zona donde íbamos a llegar. Mientras pasábamos las carreteras destapadas con grandes rocas y huecos pensaba que toda la pobreza y la desigualdad social, económica, política es el resultado de un gobierno corrupto conformado por personas insensibles, sin remordimientos por las malas decisiones; personas frías, poco solidarias, antipatía, indiferencia. Me volvía más consciente de que mis pensamientos acerca de la pereza que me da a veces madrugar, demorarme tanto para llegar a un lugar, tener que quedarme encerrada por cierto tiempo, comer algo que no me gusta, el tiempo agotador que duro haciendo deberes, el dolor visual que resulta al estar horas frente a medios electrónicos, el hacer tareas domésticas, todo es inútil, por qué, porque si madrugo tengo un nuevo día en el que puedo aprender y disfrutar, ver a mi familia, hablar y compartir con ellos, un día más para agradecer lo que Dios me regala, que si me demoro para trasladarme a un sitio, no importa porque al menos tengo la oportunidad de viajar en un medio de transporte público y no voy a pie, porque aunque no me guste algo, tengo comida encima de la mesa, porque si termino cansada al hacer tareas, al menos puedo estudiar, tengo la oportunidad de formarme, si me duelen los ojos, al menos puedo interactuar con un tv, un celular, un pc, puedo comunicarme con seres a distancia, que si tengo que barrer o trapear, agradezco porque tengo un hogar, un suelo que asear, si debo lavar ropa, al menos tengo vestimenta, si hay que lavar muchos platos, gracias a Dios son bastantes porque eso demuestra que comimos y nuestra nevera sigue teniendo alimentos. Cómo a veces por la rutina y el estar acostumbrados a lo que poseemos, no agradecemos, ni nos damos cuenta de las bendiciones que tenemos.
Después de 40 minutos de viaje, finalmente llegamos a nuestro destino. Ya habían personas esperando. Nos encontramos a Lola, una señora que nos ayudó demasiado con la logística para que la gente no se nos tirara encima o nos arrinconara, ella hizo un listado donde la mitad necesitaban el kit completo y los demás al menos lo necesario. Todo me gustó mucho porque resultó una actividad muy organizada y la gente fue respetuosa y paciente. Lola se encargó de que al menos 100 de las 1000 familias del barrio tuvieran un sustento para ciertos días, que no tuvieran que aguantar más horas sin introducir vida a sus cuerpos, que sus bebés e hijos tuvieran un estómago vacío y lloraran de hambre; cuando entregábamos las bolsas a cada cabeza de hogar, me fijaba en sus rostros y miradas tan iluminadas, en forma de agradecimiento hacia nosotros. Me alegra que no estuviéramos conformes con lo que la Alcaldía de Bello fuera a hacer, si es que toman cartas en el asunto. Esas iniciativas voluntarias por parte de familias son lo que hacen ser a nuestro pueblo, una sociedad servicial y amorosa.Le agradezco a Dios por esta experiencia tan conmovedora y positiva, una experiencia que me movió el alma, un momento que me hizo más humana, más sensible, más orgullosa de lo que tengo, de lo que soy, de lo que puedo ofrecer, de lo que con una profesión tan poderosa como la de ser maestro puedo dar sin recibir nada a cambio, cómo puedo cambiar vidas, historias, formas de pensamiento; porque sueño con que algún día me encuentre con un ex-alumno que me diga, ahora soy mejor persona, salí adelante junto con mi familia, ahora vivimos mejor, tengo un trabajo, me esfuerzo más, tengo mejores oportunidades, todo gracias a usted.